martes, 26 de julio de 2022

 


<< […]  En todas las vidas hay un momento que parece definitivo. Es el día en que una cree que ha empezado a recorrer un camino monótono, sin altibajos, sin recodos, sin paisajes nuevos.

 Una cree que, desde ese momento en adelante, ha de hacer ya siempre las mismas cosas, ha de cumplir las mismas actividades cotidianas y que el rumbo del camino está, en cierto modo, tomado definitivamente.    Eso, más o menos, me sucedió en aquel momento.  Me había resignado a vivir una vida común, que me parecía estéril pero que consideraba inevitable.  Y no veía ninguna esperanza en salir de ella.   Por otra parte, aquella vida mía, agitada dentro de su monotonía, no me daba tiempo para nada.  Pero, en el fondo de mi alma, no podía resignarme a que aquello fuese definitivo. […]

 Por fin llegó "mi día maravilloso".

  Para mí, fue el día en que mi vida coincidió con la vida de Perón.  El encuentro  ha dejado en mi corazón una estampa indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella señala el comienzo de mi verdadera vida.

  Ahora sé que los hombres se clasifican en dos grupos: uno grande, infinitamente numeroso; es el de los que afanan por las cosas vulgares y comunes; y que no se mueven sino por caminos conocidos que otros ya han recorrido.  El otro grupo, pequeño, es el de los hombres que conceden un valor extraordinario a todo aquello que es necesario hacer. Estos no se conforman sino con la gloria.  Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de cantar sus glorias y viven casi en la eternidad.  A esta clase de hombres pertenecía el hombre que yo encontré.

[...] Cuando la segunda guerra mundial aflojo un poco la influencia de los imperialismos que protegían  la oligarquía entronizada en el gobierno de nuestro país, un grupo de hombres decidió hacer la revolución que el pueblo deseaba. Sin embargo, entre los gestores de aquel movimiento, un hombre insistía en avanzar por el camino difícil.  Yo lo vi aparecer, desde el mirador de mi vieja inquietud interior.  Era, evidentemente, distinto de todos los demás. Otros gritaban "fuego" y mandaban avanzar.  Él gritaba fuego y avanzaba el mismo, decidido y tenaz en una sola dirección, sin titubear ante ningún obstáculo.  En aquel momento sentí que su grito y su camino eran mi propio grito y mi propio camino.  Me puse a su lado, quizás ello le llamo la atención y cuando pudo escucharme, atine a decirle, con mi mejor palabra:

 -Si es, como usted dice, ¨La causa del pueblo su propia causa¨, por muy lejos que haya que ir en el sacrificio, no dejare de estar a su lado, hasta desfallecer.-

 Él acepto mi ofrecimiento.     Aquel fue "mi día maravilloso".

 [...]  A veces me suele decir cariñosamente, el mismo líder, que soy "demasiado peronista".  Recuerdo que una tarde después de haberle estado hablando durante largo rato de él, de sus sueños, sus realizaciones, de su doctrina, de sus conquistas.  Me interrumpe para decirme: -¡Tanto me hablas de Perón que voy a terminar por odiarle!-

Es que -lo reconozco- yo he dejado de existir en mi misma y es él quien vive en mi alma, dueño de todas mis palabras y de mis sentimientos, señor absoluto de mi corazón y mi vida. Por otra parte, esto es un viejo milagro, un antiguo milagro de amor que, a fuerza de repetirse en el mundo ya ni siquiera nos parece milagro. >>

<La Razón de mi vida. Eva Perón   -Adaptación->

………………………………………………………………………………………………………………………………………….

-26 de julio de 1952-  Tenía conciencia que dejaba en el plano terrenal: su ideal, su misión y el sentido que éste le dio a su existencia.

No obstante, su enfermedad; el dolor físico y emocional propios de la misma; que padeció esta mujer. No deben haber sido tan profundos é hirientes, como el suplicio de tener que despedirse en silencio de cada palabra que le decía el hombre de su vida. Con un millón de adiós para intentar retener, con sus últimas fuerzas, su voz que la acompañaría para toda la eternidad.