lunes, 7 de enero de 2019

Parásitos





 La mayoría de nosotros pensamos en los parásitos como en algo repulsivo cuya misión en la vida es nutrirse a expensas de otros. Como consecuencia este vocablo, cuando se aplica a los humanos, siempre es para expresar repugnancia.
 El "Diccionario Oxford de Inglés" (1933) define el vocablo:

«Parásito: 1. Alguien que come a la mesa de algún otro, o a sus expensas; se usa siempre en sentido oprobioso. 2. (Biología) Un animal o planta que vive dentro o encima de algún otro organismo (al que técnicamente se denomina 'anfitrión'), extrayendo su aliento directamente de él. 3. (Figuradamente) Una persona cuyo papel o manera de actuar se asemeja a la de un animal parásito.»

 Así pues, nos encontramos con que un 'parásito' es alguien por quien se siente aversión, que se alimenta a expensas de otro, y que vive dentro o encima de otro organismo, al que se llama el 'anfitrión'. Encontramos, asimismo, que el vocablo es aplicable a una persona cuya vida sigue el patrón de vida típico de un parásito.
  Ahora bien, nos encontramos, en el estudio de la humanidad, con que hay un grupo o clase de personas que aparecen continuamente en los anales de las grandes civilizaciones. Siempre son detestados, pero aún así, permanecen en el seno de la gente que les detesta, y si se les expulsa, se empeñan en volver, cueste lo que les cueste. Encontramos, además, que estas personas siempre se las arreglan para vivir a expensas de otros.
  Encontramos, además, que el grupo parasitario está siendo continuamente denunciado por los elementos más íntegros y honorables del pueblo anfitrión, porque el grupo parasitario se refocila en todos los tipos de degeneración conocida.

Capacidad de mutar
 Con objeto de alcanzar su meta parasitaria, ha exhibido una asombrosa capacidad de cambiar o modificarse. Ha desarrollado técnicas extremadamente refinadas para permanecer en el anfitrión.
 El parásito depende de alguna otra cosa para subsistir, sin aportar a cambio nada útil o comparable. A través de todo nuestro estudio de la historia, encontramos que el grupo parasitario nunca aporta nada ni muestra ninguna gratitud por que se le permita alimentarse del anfitrión.
 El lema de los parásitos es «Pilla siempre».
¿Deberíamos sorprendernos, entonces, al descubrir que este lema aparece realmente escrito en la bibliografía de un conocido grupo parasitario?

Preguntamos ahora al lector:
¿Qué grupo aparece y reaparece en la historia de una civilización tras otra? ¿Qué grupo ha sido siempre enérgicamente detestado por sus pueblos anfitriones? ¿Qué grupo ha jugado un papel frecuentemente decisivo en la decadencia y colapso de una civilización tras otra? ¿Qué grupo se solaza en todo tipo de degeneración?
¿Qué grupo se concentra siempre en determinadas posiciones entre los pueblos anfitrión? ¿Y qué grupo rehúsa cumplir ningún papel constructivo en civilización alguna, sino que por el contrario permanece fiel a su lema de «Pilla siempre», a la vez que se niega a aportar nada útil o comparable a cambio?.

[NdT: Samuel Roth cita este lema varias veces: «¿Es que nunca ha oído el dicho de nuestros padres, Leolom Tickach: pilla siempre?» --"Los judíos deben vivir", Capítulo 5]

Se les conoce como judíos 
A este grupo, como quizá haya intuído ya el lector por sus propios estudios, se les conoce, a lo largo de toda la historia, como 'judíos'.
A lo largo de esta obra, descubriremos que las referencias biológicas siguen siendo válidas, en asombrosa medida, para certificar la historia y la presencia de un grupo parasitario, y que, en todos y cada uno de los casos, las crónicas de los judíos demuestran que son ellos quienes interpretan el papel de parásitos biológicos.
 En la naturaleza los parásitos encuentran a menudo conveniente, con objeto de llevar a cabo su misión parasitaria, disfrazarse a sí mismos y sus intenciones, y convencer a los demás de que son alguna otra cosa. Además, el parásito no es una especie, sino una forma de vida, que depreda sobre muchas otras especies distintas. En el mismo sentido los judíos, como especie biológica, no son tanto una raza como un 'tipo' que depreda a todas las demás razas.

«El arbusto Krameria, de los desiertos occidentales de los Estados Unidos, es parasitario sobre un cierto número de anfitriones leñosos. A primera vista, la Krameria no parece ser un parásito, porque no crece directamente encima de su anfitrión, sino que hunde sus raíces en el terreno para interceptar las del anfitrión, extrayendo nutrientes de ellas. Su anfitrión favorito es 'Covilea tridentata', aunque también parasita a la acacia y algunas otras plantas. Su naturaleza de planta parásita se descubrió al extrañarse los científicos de lo poco profundas que eran sus raíces interceptadoras. Es un matorral grisáceo, que en ciertas estaciones del año tiene hojas y frutas.»

A propósito de la incapacidad de la Krameria para desarrollar unas raíces interceptadoras profundas, innecesarias para su existencia parasitaria, debemos destacar que los judíos nunca desarrollan raíces profundas en la cultura de ningún pueblo anfitrión, sino que se restringen a los aspectos más superficiales y rápidamente aprovechables de su existencia.
Por lo tanto, en el mundo civilizado los judíos, más que una especie en concreto, son un 'tipo' que ha adoptado una cierta forma de vida parasitaria, y se ha adaptado a existir sobre un anfitrión capaz de proporcionarle el alimento.

Parásitos y evolución 
LaPage señala que todos los animales, cualquiera que sea su modo de vida, van siendo gradualmente modificados por el lento proceso de la evolución. Dice que
los parásitos, lejos de ser una excepción a ésta regla, en realidad la ejemplifican.
"Desarrollan dientes con los que raspar los tejidos del anfitrión, aparatos chupadores para chuparle los jugos, coagulantes para adherirse sobre el cuerpo del anfitrión, etc"
Una de las modificaciones especializadas de los judíos es su habilidad para chuparles la sangre a los gentiles sin alarmar a sus víctimas, debilitándolas sin ser descubiertos, mediante técnicas e instrumentos altamente sofisticados y refinados que han desarrollado a lo largo de los siglos con este específico propósito, y que no tienen parangón en ninguna otra especie.
A la vista de estas técnicas, ¿cómo vamos a sorprendernos de que algunos de los gentiles que más debilitados han sido por las sangrías de los judíos se cuenten entre sus más vociferantes defensores, y de que luchen hasta la muerte por proteger a sus 'benefactores' judíos? Son totalmente incapaces de reconocer el peligro en que se hallan, ni la insidiosa naturaleza del ataque parasitario.
cuando el pueblo anfitrión de una comunidad parásita judía intenta desprenderse de ella, descubre que el parásito ha extendido profundos y especializados tentáculos de agarre en todas y cada una de las facetas de la vida de ese pueblo. Tan profundamente enraizados están estos tentáculos que su extirpación no sólo es difícil: es una operación tan ardua y dolorosa que puede resultar fatal en sí misma para el anfitrión.
El anfitrión descubre que sus hipotecas están en manos de banqueros judíos, que sus hijos están siendo educados por profesores judíos, que su gobierno está siendo administrado por 'consejeros' o 'consultores' judíos quienes, aún sin tener cargos electivos o de libre designación, toman las decisiones importantes.
Se vuelven hacia su religión en busca de consuelo y descubren que conversos judíos, con ayuda de los adecuados donativos dinerarios, se han introducido en los cargos de sus confesiones religiosas, y han ascendido rápidamente hasta que las creencias religiosas se alteran para acoger todos las creencias de la parasitaria comunidad judía.
¿Qué le queda, entonces, al anfitrión gentil? El aparentemente inevitable destino de ser desangrado lentamente hasta morir, tras lo cual los parásitos abandonarán el cadáver de su víctima en busca de otro anfitrión.

Fuente: <El Judío Biológico>, de Eustace Mullins,1967.
 Reseña del Capitullo 1: El Parásito

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